La nueva impresora digital instantánea de Polaroid, es capaz de imprimir en 60 segundos imágenes tomadas con el teléfono móvil o con una cámara fotográfica digital, bien a través de Bluetooth o de USB. Hasta aquí todo normal. Lo genial es que lo hace sin necesidad de cartuchos de tinta y a un coste de unos 30 céntimos por impresión.

Polaroid inventó hace ahora 60 años una nueva tecnología de obtención de fotografías instantáneas. Con la llegada de la fotografía digital, muchos dieron por finalizado el recorrido de la empresa, que, lejos de arruinarse, renace con nuevos e interesantes productos. Así, Polaroid lanzará al mercado, esta primavera, la primera impresora personal del mundo de dimensiones reducidas (aproximadamente 50×762 mm y tan sólo 220 gramos de peso) que no necesita cartuchos de tinta o tóner.

Zink utiliza una técnica similar a las impresoras térmicas tradicionales, pero que permite la impresión de fotografías de alta calidad. Utiliza un papel especial construido con tres capas de cristales (amarillo, magenta y cyan), los cuales son transparentes inicialmente, pero, al aplicarles calor con una cabeza térmica de 300 puntos por pulgada cuadrada, cambian su orientación y se hacen visibles.

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La nueva impresora, denominada Zink™ (Zero Ink) ™, permite imprimir fotografías a todo color desde cualquier dispositivo comunicado mediante bluetooth o USB, y a muy bajo coste, concretamente a 30 céntimos por foto. Las impresiones, de alta calidad, se obtienen en un formato de papel autoadhesivo de 5 x 7,6 cm sin bordes, en tan sólo 60 segundos y totalmente resistentes al agua.

La revolucionaria tecnología que esconde Zink reside en el soporte. Concretamente en el papel con el que se imprimen las fotos contiene 100 billones de cristales amorfocrómicos que reaccionan a la exposición de calor, y mediante 200 millones de pulsaciones construyen cada uno de los puntos de color que componen una foto, de ahí la alta calidad de las mismas.

Además de ello, la nueva tecnología tiene también un beneficioso impacto medio ambiental al eliminar todos los consumibles en torno al mundo de la impresión, tales como tinta, tonner, así como piezas mecánicas de difícil eliminación, tales como cartuchos o tambores.

vía | elPais | gizmologia | arboldenoticias

Acostumbrados como estamos a ver infinidad de efectos especiales en el cine, pocas veces nos sorprenden los artefactos que vemos en las películas de ciencia ficción. En parte se debe a que en el fondo sabemos que no son reales y que forman parte de la magia que tiene el cine para crear universos fantásticos con seres fantásticos.

Pero al ver una de las máquinas de Festo, la cosa cambia; son reales, funcionan, se mueven como seres vivos y sus diseños son increíbles.

Festo es «una empresa que provee de método, sistemas y equipos didácticos para la formación en automatización y comunicación industrial a las principales Universidades, Centros de Formación Profesional y empresas de todo el mundo».

Para ser una empresa de desarrollo de componentes tecnológicos, ha sabido relanzar magníficamente su imagen dándole un uso diferente a los mecanismos que fabrica. Un punto artístico que pone de manifiesto aquello de que «el futuro ya está aquí», al mismo tiempo que genera belleza en movimiento.

De un tiempo para aquí, han comenzado a profundizar en el campo de la robótica y, entre otros han desarrollado robots o mecanismos (acuáticos y voladores) como el Airacuda, AquaRay, AirRay, AquaJelly, y estos días presentaron el AirJelly (una especie de medusa voladora, de diseño orgánico, pilotada por radiocontrol y que funciona con baterías de Li-Ion, pequeños motores eléctricos y helio).

Todo lo que se pueda decir de estos robots es poco en comparación con lo que debe ser tenerlos delante.

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Gakutensoku, un mecanismo de 3,2m. construido en 1928 por Makoto Nishimura (para celebrar la ascensión al trono del emperador Showa (Hirohito) en Kyoto) está considerado como el robot más antiguo de Asia.

Gakutensoku puede inclinar la cabeza, parpadear, mover los ojos, sonreír, e incluso inflar pecho y mejillas, todo a través de un ordenador de 20 millones de yenes (200000$) que interpreta las instrucciones y activa un sistema neumático de aire comprimido que sustituye al sistema original de tubos de goma inflable.

Este peculiar robot impresionó a los más curiosos con sus habilidades para la caligrafía y, tras haber pasado por diferentes exposiciones a lo largo de todo el mundo, terminó perdiéndose en Alemania. Ahora, tras haberse recuperado, ha vuelto a Osaka para ser restaurado y devuelto a la vida.

vía | pinktentacle | asahi