fast food nationMcDonalds se ha sentido directamente atacada por la película de Richard Linklater «Fast Food Nation», que transforma en ficción el ensayo literario homónimo de Eric Schlosser dedicado al análisis de las cadenas de comida basura. El proceso económico que se inicia con la contratación de trabajadores ilegales en los mataderos es seguido paso a paso, gracias a un reparto estratégicamente distribuido por los distintos frentes de esta contaminante guerra comercial.
El debate sobre la comida basura está encima de la mesa, por ser uno de los factores externos de la decadencia de Occidente. Es uno de los síntomas evidentes de que el desarrollo capitalista no implica necesariamente una mejora de la calidad de vida, sino que sucede al contrario. La sociedad norteamericana tiene un serio problema alimenticio, de la sanidad ya se ocupa Michael Moore con su nuevo documental «Sicko». Esos malos hábitos en el comer tienen que ver con una industrialización que no cumple con los mínimos de calidad de los productos, ni de manipulación y tratamiento de los mismos, ni de higiene por parte de un personal explotado laboralmente. Las grandes cadenas multinacionales de comida rápida atienden denuncias diarias, para lo que cuentan con un equipo de abogados especializado en dar una cobertura legal a su insana implantación. Es McDonalds la compañía que está más alerta contra las campañas de opinión que pueden perjudicar a sus intereses, mucho más a raíz del documental de Morgan Spurlock, «Super Size Me», que obligó a la famosa franquicia a implantar una serie de novedades en sus menús para mejorar su ya bastante deteriorada imagen pública.
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